A estas alturas del verano ya habréis dicho esta frase mil veces y la habréis oído otras mil por lo menos, esperando que el genio de la lámpara (o un buen jefe en su defecto) os transporte a un lugar dónde sean otros los que trabajan para complaceros a vosotros.
Si estáis leyendo esto en vez de estar en una playa con una buena caipirinha es por que vuestras súplicas todavía no han funcionado, pero tranquilos por que pronto vuestros deseos se harán realidad y las quejas al escuchar la maldita melodía de la alarma que os arranca de esos deseados sueños de verano se convertirán en sonrisas acompañadas de sugerentes pensamientos libres de cargas laborales.
No estoy aquí para hacer labores de sindicato pero sí para enseñaros con mucho recochineo mi última escapada a Ourense, Ciudad Termal. Tengo que decir que esta vez le saqué todo el rendimiento posible a sus aguas que tanta fama le dan a la ciudad y además tuve tiempo de empapar mi mente con un poco de cultura al respecto. Atraigo mis recuerdos con la ayuda de Yann Tiersen y su piano, que nos acompañarán a lo largo de esta ciber ruta del relax.
El primer punto de recarga de pilas al que fui se encuentra en el centro de la ciudad, justo debajo del casco histórico y siempre fue un lugar muy conocido por sus aguas curativas. Hace años no era más que una gran plaza con dos fuentes de las que salía agua a unos 60º, sin embargo, a partir de 2010 se amplió la zona aprovechando el manatial para construir una piscina en la que la gente se relaja tomando baños a 37º más o menos. Los que conozcáis la ciudad ya os habréis dado cuenta de que hablo de Las Burgas.
A la vez que se construía la piscina termal, también se creó el centro de interpretación para que todos los visitantes puedan ver las ruinas romanas y conocer la historia de estas aguas.
A la vez que se construía la piscina termal, también se creó el centro de interpretación para que todos los visitantes puedan ver las ruinas romanas y conocer la historia de estas aguas.